En la sierra de Guadalupe llovió dos tardes en agosto y dos días en la tercera semana de octubre. La verata, la castaña que se cultiva en las Villuercas, es la más tardía, no cae del árbol hasta mediados noviembre.
Para un año tan seco y caluroso, el clima no les ha ido mal. En la comarca esperan recoger más de tres millones de kilos, un balance similar al de 2016. La sequía se nota en el calibre de los frutos, pero no en la carga de los árboles. El pronóstico en las Villuercas lo hace Rocío Vázquez, una de las promotoras de la Asociación de productores de castañas de las Villuercas y gerente de El común. La recogida se hace manual porque los terrenos, el tipo de suelo y los tratamientos que hacen a los castañales impiden la mecanización. Casi toda la producción llega a las instalaciones de El Común, que además de sus 250 hectáreas propias compra a los pequeños productores y cooperativas de los pueblos.
Productores desde siempre, Rocío cuenta que siempre vendían a intermediarios hasta que hace seis años decidieron dar el salto al mercado. Ahora, cuando se recolectan, la esterilizan para poder comercializarla, la calibran y la envasan como castaña fresca.
Contratan a un centenar de operarios durante el mes de recogida y siguen abriendo nichos de mercado. El último hace pocos días, en la feria Fruit Atraction de Madrid, donde cerraron acuerdos para entrar en Asia a través de Qatar. El 90% de la verata sale fuera, lo que obliga a un trabajo continuo con exportadores de Alemania, Italia, Francia o Estados Unidos -donde ya se han consolidado- y rastrear nuevos destinos.
Hay pocas zonas productoras y muchas veces los mayoristas tienen problemas para cumplir con los clientes. «Es un sector que podría ir a más pero el problema es que nadie hace caso porque somos un sector minoritario al que nadie presta atención».
En el Jerte, la otra zona castañera de la región, la cosecha está ya finiquitándose. Emilio Sánchez, el presidente de la agrupación de cooperativas del Jerte, calculan que venderán un 30% menos que otros años y piezas con un tamaño normal pero de poco peso por la falta de lluvias. También esperan superar los 2 millones de kilos. Para Sánchez, el castaño es uno de los cultivos más rentables pero con muchas incertidumbres en el horizonte. La principal, coinciden tanto en el Jerte como en las Villuercas, es la avispilla, un insecto que acaba con los árboles.
Si ese mismo problema, se trasladase a algún sector estratégico como el tomate o el maíz ya se hubiera planteado como una prioridad para las administraciones, compara Vázquez.
Desde el 2012
La avispilla es un insecto procedente de China que se detectó por primera vez en España en 2012, en la comunidad catalana, y apareció en Galicia dos años después. Los castañeros alertaron sobre esta invasión mucho antes, en 2010, cuando ya se identificó en Italia y mermó casi el 80% de los árboles. «Viendo la evolución que ha tenido, es cuestión de tiempo que llegue aquí», sentencia la representante de la asociación de productores de las Villuercas, que lo asume como una plaga anunciada. En el Jerte, tampoco han tenido, de momento, problemas serios, pero igualmente lo ven como algo incontrolable y piden margen de maniobra para estar preparados.
La Mesa Nacional del Castaño, presidida este año precisamente por la agrupación del Jerte, lleva años pidiendo que se autorice la suelta masiva del torymus sinensis, el insecto antagónico de la avispilla y su exterminador biológico.
La avispilla reduce el crecimiento de la planta y disminuye su fructificación, tanto de castañas cultivadas como silvestres. En algunos casos incluso puede provocar la muerte de los árboles afectados.
En su fase inicial de desarrollo apenas se aprecia visualmente. Durante el invierno es cuando las larvas inician su crecimiento en las yemas de los castaños, provocando la formación de agallas en los tejidos afectados, según explica Emilio Sánchez. Por eso en las cooperativas piden a los agricultores que se aseguren antes de plantar los injertos. «Hasta ahora es lo único que podemos hacer. Controlar el material, pero eso no es garantía», explica el presidente de la Agrupación del Jerte.
La Junta de Extremadura ha distribuido también trípticos informativos editados por el Servicio de Sanidad Vegetal para que el mensaje de prevención llegue a los agricultores. Pero todo este trabajo, coinciden tanto Rocío como Emilio, es insuficiente porque la evolución de la plaga avanza y ya ha generado problemas serios en Galicia, León o Cataluña. «Se ha extendido sin control por todo el continente. En Portugal también hay explotaciones afectadas», explican.
Extremadura acogerá en los próximos meses una reunión de productores de toda Europa y la avispilla está en la agenda porque es un enemigo común.
La lucha biológica es el único sistema eficaz y el Ministerio de Agricultura tiene en marcha varios estudios para evaluar la incidencia por la suelta del torymus sinensis.
Los castañeros no entiende muy bien las reticencias del Ministerio para autorizar la suelta masiva. En Italia, explica Rocío, llevan más de una década conviviendo con este problema y han demostrado que la suelta no ha afectado a otros cultivos ni a la polinización de otras especies.
De momento, solo han conseguido sueltas controladas en Málaga, pero los productores creen que no resulta eficaz y que se debe considerar a partir del 2018 al depredador agente de control biológico.
En el Ministerio explican que afrontan la suelta masiva con precaución y con las investigaciones necesarias para conocer su efecto ambiental sobre la biodiversidad nativa. Hay que tener en cuenta que el depredador natural es otra especie exótica que se introduce en el medio natural. Con el frente biológico todavía abierto. La otra incógnita de la campaña son los precios.
El precio
En el sector creen que habrá pocos cambios respecto al 2016, entonces se pagó entre 1 o 1,50 euros para la compra directa en campo y los 2 o 3,50 para la venta final. La horquilla se abre o se cierra según haya avanzado la temporada -con todas las variedades en la frutería baja el precio- y el calibre -las grandes valen más que las pequeñas porque tienen más peso-.
Aunque gran parte de lo que se vende es para consumo como fruta en fresco, la industria de la repostería también suele comprar las partidas de menos calibre para elaborar cremas, mermeladas y harina o el postre francés ‘marrón glacé’.
Noticia original de HOY.es